sábado, 19 de marzo de 2016

Via Crucis 2016

El pasado viernes celebramos el XXV Vía Crucis de la Antigua, aunque en esta ocasión, debido a la lluvia, tuvimos que realizarlo en el interior de la iglesia de Santa María la Mayor.




Al comienzo de la celebración, se realizó la bendición del nuevo paso que quedará como recuerdo de estos 25 años.




Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret.
Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz.
Misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Es la vía que une a Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado.
Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre.

«Él Señor libera a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y levanta al caído; el Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; el Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados» (Sal. 146,7-9)

Con esta premisa, “ser instrumentos de Misericordia”, en este tiempo de Cuaresma recorreremos las estaciones de este vía Crucis tratando de reflexionar sobre las obras de Misericordia Espirituales y Corporales que nuestro Papa Francisco nos exhorta a practicar en este año jubilar. El camino de la cruz que Jesucristo vivió, lo continúa recorriendo en la persona de tantos hermanos en quienes debemos reconocerlo.

La peregrinación es un signo muy importante en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada.

1ª Estación: “Dar de comer al hambriento”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Es necesario hacernos pan y pan partido, como hizo nuestro Señor Jesucristo. El pan es fraternidad y es vida. El pan partido y compartido es amor.
Jesús nos dice “porque estuve hambriento y me dieron de comer” con esta certeza practiquemos la asistencia a quien se presenta en nuestra vida, sepamos divisar el rostro de Jesús en esta necesidad. 
Es importante en primer lugar, llenar sus estómagos hambrientos. Pero luego, llenar sus almas con el pan de la Palabra de Dios y el Pan de Vida que es la Sagrada Comunión.

2ª Estación: “Dar de beber al sediento”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Dar un vaso de agua es fácil y es bonito, también es necesario, pero saciar otra sed más profunda es difícil. Saciar la sed definitivamente es imposible.
Pero alguien puede hacer brotar en las entrañas una fuente de agua viva, gozosa, inagotable. Tú puedes ayudar a hacer posible el milagro del agua.


3ª Estación: “Vestir al desnudo”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Tal vez en el lugar donde vives, puedes colaborar para que alguna persona que se presenta en tu vida no pase frío. O pueda estar mejor vestida, pero también debemos ahondar nuestra reflexión en otro tipo de vestiduras, que es necesario poner: la vestidura del honor, del respeto, de la protección. Siempre tendrás que cubrir la desnudez del prójimo con el manto de la caridad.
También debemos tener en cuenta que esta obra de Misericordia implica el contrario: nunca desnudar al vestido, quitando al hermano aquello que le pertenece. Dice San Agustín: “Si, pues, ha de ir al fuego eterno aquel a quien le diga: estuve desnudo y no me vestiste, ¿qué lugar tendrá en el fuego eterno aquel a quien le diga: estaba vestido y tú me desnudaste?”

4ª Estación: “Acoger al forastero”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Hoy no es fácil abrir la puerta de la casa, cada vez más defendida. Son muchos los peregrinos que llaman a nuestra puerta: mendigos, transeúntes, extranjeros, refugiados, drogadictos…
Toda una herida abierta, que exige soluciones no sólo personales sino estructurales.
A veces ese visitante tal vez no es tan desconocido, pero en nuestro corazón, se encuentra en un lugar oscuro, olvidado.
Acoge al que llama a la puerta de tu casa, pero no sólo materialmente sino cordialmente. Todo el que se acerca a ti es un peregrino, que a lo mejor sólo te pide una palabra, una sonrisa o una escucha.

5ª Estación: “Asistir a los enfermos”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

No es una visita desde lejos, una visita por cumplir. Es más bien algo que significa cercanía y compasión. Una visita que suponga comunicación, ayuda, cuidado, ternura, consuelo, confianza…Los enfermos son miembros del cuerpo doliente de Cristo.
Hay muchas clases de enfermedades y de enfermos. No están sólo en los hospitales; los hay también en casa, en el trabajo y en la calle. Todos tenemos alguna enfermedad o alguna dolencia.
Por eso tenemos que tratarnos comprensiva y compasivamente, reconociendo al mismo Jesús en cada uno de aquellos a quienes nos debemos en caridad.

6ª Estación: “Visitar a los presos”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

No está en nuestras manos sacar a los presos de la cárcel; pero sí podemos aliviar y orientar a todos los que están privados de la libertad. No podemos quitar las esposas de las muñecas, pero sí podemos quitar las cadenas del alma.
Hay muchas cárceles y esclavitudes íntimas. Es tarea nuestra, es obra de misericordia, liberar a todos los cautivos: desde el preso al drogadicto, desde el avaro al consumista, desde el lujurioso al hedonista, desde el fanático a quien se siente esclavo de su imagen...

7ª Estación: “Enterrar a los muertos”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Envuelve a los difuntos en la oración esperanzada, en el amor y el agradecimiento. Es la misericordia la que nos hace honrar a quienes ya partieron a la casa del Padre con la esperanza de la resurrección. Además, la muerte de un ser querido deja casi siempre heridas profundas, mucho dolor. Es una obra de misericordia estar cerca de los que sufren por estas muertes. Cuando damos el pésame o “acompañamos en el sentimiento”, que no sea una rutina o una palabra vacía.
Miremos en esta estación especialmente a María, que al pie de la cruz y partida por el dolor nos acogió a todos como hijos suyos e intercede ante su hijo por nuestras necesidades.

8ª Estación: “Dar consejo al que lo necesita”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Esta es la primera obra de Misericordia Espiritual, tan importante como las corporales que acabamos de reflexionar.
Da un consejo, pero cuando el otro te lo pida o lo quiera o de verdad lo necesite. Da un consejo, pero siempre que estés tú dispuesto a recibirlo.
Un buen consejo, una palabra orientadora, puede ser luz en la noche, puede ahorrar muchos tropiezos y caídas.

9ª Estación: “Enseñar al que no sabe”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Es una bonita obra de misericordia, pero a veces nos encariñamos tanto con ella que queremos dar lecciones a todo el mundo. Esta misericordia debemos practicarla con moderación y mucha humildad.
A veces es preferible dejarse enseñar. Esto también es obra de misericordia: saber escuchar y agradecer lo que aprendes. Todos necesitamos aprender unos de otros, incluso el profesor del alumno, y el padre del hijo, y el empresario del obrero. Enseña, sí, al que no sabe, pero sin humillarlo, sino dignificándolo. Enséñale a saber. No es necesario decirlo, para que sea obra de misericordia se necesita una condición: la gratuidad.

10ª Estación: “Corregir al que se equivoca”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

También la corrección fraterna es una obra de misericordia, pero cuando se hace desde la humildad y desde el amor.
Desde la humildad, reconociendo que también nosotros nos equivocamos. No queramos sacar la paja en el ojo ajeno, sin darnos cuenta de nuestra viga.
Desde el amor, no para herir al hermano sino para salvarlo. Y hacerlo además cariñosa, delicada y amorosamente.

11ª Estación: “Consolar al triste”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Son muchas las personas que sufren, a veces por cosas pequeñas. A veces basta una palabra, una sonrisa, una explicación, un desahogo, un gesto de cariño.
El que consuela se parece a Dios, que se dedica a enjugar las lágrimas de todos los rostros.

12ª Estación: “Perdonar las ofensas”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Es lo más difícil. Somos tan propensos a la venganza y el resentimiento… Por eso Jesús nos dio un ejemplo maravilloso. Esta es una de las obras de misericordia que más nos asemeja a Jesús.
El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros, cristianos, es un imperativo del que no podemos prescindir.
¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón.
Perdona, aunque la ofensa te duela mucho. Perdona hasta setenta veces siete. Perdona, si puedes, hasta olvidar. Perdona y ama. Y perdónate también a ti mismo.

13ª Estación: “Soportar con paciencia las personas molestas”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo” 

Damos por supuesto que todos tenemos flaquezas. La convivencia es fuente de alegría y enriquecimiento, pero es también nos visitan el cansancio, la intolerancia y la impaciencia que hacen difícil la fraternidad.
Lleva con paciencia las flaquezas del prójimo, y las tuyas, esto te ayudará a crecer en el amor y la misericordia. Así como Dios, tiene paciencia infinita con nosotros.

14ª Estación: “Rogar a Dios por los vivos y por los difuntos”
“Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz Cristo redimiste al mundo”

Rezar no es una rutina. Rezar es amor. Cuando rezas por alguien te solidarizas con él, lo quieres como a ti mismo. No rezas para ablandar el corazón de Dios, sino para agrandar el tuyo.
Rezar es llenar tu corazón de nombres.
Rezar por los demás te hace bien a ti mismo, porque te ayuda a amar y te compromete para hacer realidad, en la medida de tus fuerzas, aquello que pides.